lunes, 4 de octubre de 2021

El arte rupestre en la marroquinería

Tulio Fernando Martínez Uribe pertenece a la etnia Cubay de la Amazonía colombiana. Se conoció con Ximena Hernández hace algunos años y fruto de su amor nació Jacob. Llevan 10 años viviendo en Mosquera, lugar donde decidieron colocar todo su empeño para trabajar temas culturales y contar historia a través del arte.

Sirios veterinaria fue uno de los primeros emprendimientos que desarrollaron, allí venden productos para mascotas incluidos los collares artesanales para caninos y felinos, que son una mezcla de cultura ancestral, indígena y occidental. “Cada pictograma que se plasma tiene una historia de nuestros indígenas”, mencionó Fernando durante la entrevista que le hicimos. 


Su segundo emprendimiento es Kurami, una empresa que ya está registrada ante la Cámara de Comercio, que nació en tiempos de pandemia y donde se venden todos los artículos en cuero, cinturones, zapatos, bolsos y billeteras. El propósito de esta empresa es conservar la tradición del tejido, los colores, las formas, pero sobre todo el concepto de unidad. Es así como en las exposiciones que hacen para presentar su arte invitan a diferentes marroquineros de la zona. 


El SENA también ha hecho parte de la vida de Fernando y Ximena, quienes están fortaleciendo sus conocimientos en marroquinería a través de cursos virtuales y semipresenciales. En la Entidad han aprendido a crear empresa, a formular los planes de negocio, estructurar la empresa y abrir nuevos mercados. Esto les ha permitido presentarse a diferentes convocatorias del Ministerio de Cultura, entre ellas a “Corazonarte”, donde le entregaron a Fernando un incentivo de reconocimiento por participar en la reactivación cultural y creativa. También, hicieron parte del Calendario Saber Sabo Aromas y Cantos. 


Con la creación de Kurami Fernando y Ximena tuvieron nuevos retos, unir la cultura cundinamarquesa al trabajo que ya venían adelantando. Esto lo hicieron a través de la implementación del arte rupestre en sus creaciones de marroquinería. Digitalizaron los pictogramas y luego los pasaron por los telares para poder tejerlos en mostacilla y ensamblarlos en los diferentes productos.







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